Intentar describir la felicidad es un simple reto. Un ejercicio conmovedor y maravilloso que, hoy, me parece incluso sencillo.
La felicidad es un sentimiento, un estado de ánimo y una actitud. Es una explosión de emociones que te empuja hacia el vacío, que te hace volar, desde dentro. Es una sonrisa eterna, unos ojos vidriosos y luminosidad en el rostro.
La felicidad se compone de momentos: muchos momentos buenos, agradables, divertidos… en definitiva, felices. Momentos que, unidos, forman ese concepto; el que todos buscamos y el que, todos, encontramos alguna vez en la vida. Quizá a veces no sepamos que está ahí, a la vuelta de la esquina, y que existe, en cada sorbo de café, en cada bocado de alegría. Quizá a veces, no sepamos valorarla, porque la felicidad no se entiende sin tristeza. Es el contrapunto amargo de la tristeza, de la amargura o la desdicha el que nos lleva a añorarla primero, y a valorarla después.
La felicidad no entiende de condiciones, pues algunos son felices con muy poco y otros la buscan eternamente. Saber reconocerla es ser afortunado, pues no todo el mundo lo consigue. Pero está ahí, muy cerca, mucho más de lo que crees, a tu lado, todos los días y empieza con una simple sonrisa, con un simple abrazo. Dicen que es imposible describirla pero, hoy, no me cuesta. Felicidad es eso que me haces sentir cada día.
